domingo, 28 de julio de 2013

Historias de una respiración asfixiante.

Saludos, queridos lectores, aunque probablemente pocos me quedan (nunca hubo muchos, así que el efecto no es importante). Si, sigo vivo. Disculpadme por esta larga ausencia.

 Llevo desde hace un tiempo, y hasta septiembre, en una tierra que es probablemente, una oda a la incultura, a la muerte de la inspiración, y la cara mas falsa de la España profunda. Una cara que me ha enseñado más de lo que desearía saber, y que me asquea hasta límites que ni yo mismo habría esperado.

Este lugar consigue lenta pero inexorablemente agotarme, día tras día, gota tras gota, palabra tras palabra. La promesa de algo nuevo no alivia mucho en las horas de soledad, aun rodeado de lugareños.

Desde mi privilegiado lugar como extranjero en tierra rural, donde la vida pasa entre cuchicheos e ignorancia, he aprendido muchas cosas, que me hacen sentir impotente. Toca callar, escuchar, asentir, y tragar saliva con fuerza exhibiendo una alegre sonrisa. Y así, querido lector, paso mis días, con sonrisa falsa y corazón quemado.

Pero no todo en este lugar es negativo, hay gente maravilla a la que merece la pena conocer, probablemente lo único que echaré de menos de este rincón de Castilla.

Nuevas puertas se abren, mientras otras ventanas descorren la tupida cortina, y muestran una fea realidad. Siempre había estado ahí, pero era hora de asumirlo. Vienen tiempos difíciles y estoy en medio, con los pulmones llenos y la lengua presta. Pero no es miedo lo que tengo. Es decepción.

Disculpad si no es una vuelta extremadamente alegre. Tampoco es triste, solo es realista. Veremos que depara el futuro. Pronto, volveréis a saber de mí.


“Payasito, ven, desmaquillado oigo tus lamentos. Ponte tu nariz, que medio mundo espera reír”

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