Saludos, queridos lectores, aunque
probablemente pocos me quedan (nunca hubo muchos, así que el efecto no es
importante). Si, sigo vivo. Disculpadme por esta larga ausencia.
Llevo
desde hace un tiempo, y hasta septiembre, en una tierra que es probablemente,
una oda a la incultura, a la muerte de la inspiración, y la cara mas falsa de
la España profunda. Una cara que me ha enseñado más de lo que desearía saber, y
que me asquea hasta límites que ni yo mismo habría esperado.
Este lugar consigue lenta pero inexorablemente
agotarme, día tras día, gota tras gota, palabra tras palabra. La promesa de
algo nuevo no alivia mucho en las horas de soledad, aun rodeado de lugareños.
Desde mi privilegiado lugar como extranjero en
tierra rural, donde la vida pasa entre cuchicheos e ignorancia, he aprendido
muchas cosas, que me hacen sentir impotente. Toca callar, escuchar, asentir, y
tragar saliva con fuerza exhibiendo una alegre sonrisa. Y así, querido lector,
paso mis días, con sonrisa falsa y corazón quemado.
Pero no todo en este lugar es negativo, hay
gente maravilla a la que merece la pena conocer, probablemente lo único que
echaré de menos de este rincón de Castilla.
Nuevas puertas se abren, mientras otras
ventanas descorren la tupida cortina, y muestran una fea realidad. Siempre
había estado ahí, pero era hora de asumirlo. Vienen tiempos difíciles y estoy
en medio, con los pulmones llenos y la lengua presta. Pero no es miedo lo que
tengo. Es decepción.
Disculpad si no es una vuelta extremadamente
alegre. Tampoco es triste, solo es realista. Veremos que depara el futuro.
Pronto, volveréis a saber de mí.
“Payasito, ven, desmaquillado oigo tus
lamentos. Ponte tu nariz, que medio mundo espera reír”
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